martes, 21 de diciembre de 2010

El gato que cantaba a la luna

Érase una vez, un gato callejero que amaba a la luna por encima de todo. Todas las noches subía al edificio más alto de la ciudad para mirarla. Había noches en las que incluso se atrevía a cantarle románticas serenatas, valses y arias. Sus maullidos, lejos de molestar a los vecinos, hacían que se asomasen a sus ventanas con increíble curiosidad.

-¡Vaya con el gatito! Otra vez está cantándole a la luna. Seguro que un día, la tiene a sus pies. - decían algunos.

Y nuestro pequeño Romeo, que les veía por el rabillo del ojo, sonreía animado.

Una buena noche el gato subió a buscar a su amada, como cada noche desde hacía años, pero la luna se retrasaba como si fuese una segunda cita. El gatito se tumbó, apoyando la cabecita en sus patas delanteras, y se puso a esperar. Mientras lo hacía, vió algo extraño a lo lejos: algo brillaba intensamente abajo, en la acera. Agudizó su mirada, y se dió cuenta de que era su luna quien brillaba, bajo el brazo de una extraña criatura. Era un pequeño trasgo, como el de los cuentos de hadas, que corría dando pequeños brincos llevándose a la reina del cielo nocturno.

-¡Alguien ha raptado a la luna! - exclamó el gato asustado.

En cuatro saltos bajó del edificio y arrinconó al pequeño diablillo en el fondo de un tortuoso callejón. Estaba lleno de basura: latas, cartones, comida sobrante y unas plumas blancas. ¿De qué serían aquellas extrañas plumas?
Nuestro intrépido amiguito no tenía tiempo para distracciones, pues veía como el trasgo intentaba escapar entre la basura. Vió como apartaba un par de cubos, y aparecía ante él una vieja lavadora rota. El trasgo entró en ella, y con un fogonazo de luz azul, desapareció. ¡Así, sin más.!

-¿A dónde habrá ido? - pensaba el gato mientras olisqueaba aquel destartalado electrodoméstico.

Se asomó a su interior con curiosidad, pero allí no había nadie. Poco después, tras haber entrado casi sin darse cuenta... ¡Puf! Apareció cayendo por un remolino azul y morado. Caía y caía, todo dándole vueltas a su alrededor.

-¡Miau! - exclamó el gato asustado - ¿Dónde estoy?¿Qué es esto?

Y seguía cayendo. A medida que descendía, vió un montón de estrambóticos e inverosímiles objetos: relojes, notas musicales, ojos... todo girando a su alrededor. Nuestro protagonista, tan mareado estaba, que no pudo hacer otra cosa que cerrar los ojos hasta que todo hubiese pasado.

Cuando los volvió a abrir, se dió cuenta de que ya no estaba en aquel demente torbellino, sino que se encontraba en un lugar maravilloso. Grandes praderas verdes se extendían a sus pies, como una caliente y mullida manta. Amapolas a punto de desbordarse de sus colinas al norte. Un río al este precedía a una cascada de agua azul y cristalina, con meandros rebosantes de vida. Girándose al Sur, vió un cartel en el que rezaba:

"Bienvenido al Reino de la Fantasía".

El asombro duró poco, pues correteando a lo lejos, el trasgo se escabullía en un bosque que había al Oeste.

-¡Tú, ladrón! ¿Qué haces con mi luna? - gritó el gato mientras le perseguía.

El trasgo no contestó. Reía y reía sin parar de correr. Al poco, los árboles del bosque ocultaron a aquel lunático cleptómano, dando esquinazo a nuestro protagonista. Las risas se oyeron un poco más, apagándose poco a poco. El gato miró a su alrededor, y con miedo, se dió cuenta de que se había perdido.
Veía árboles por todas partes, y no recordaba por donde había llegado. Preocupado, maulló lastimosamente, hasta que una voz le contestó:

-¿Qué hace que maulles con tanta tristeza, gato?
- ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¡No te veo! - contestó el gato mientras intentaba descubrir de donde procedía la voz.
- Soy el árbol que hay a tu derecha - dijo una delgada higuera que se encontraba a su lado.
- Un trasgo ha robado a mi luna, y siguiéndole he acabado en un lugar muy extraño. Estoy perdido, cansado, y no he conseguido recuperar a mi amada - sollozaba el gatito entre lágrimas.
- ¿Tu luna? - exclamó extrañada la higuera - ¿Desde cuando una luna puede pertenecerte?
- Bueno, Señora Higuera, en realidad no es mía, mas bien soy yo el que es suyo. Mi corazón le pertenece, y no sabría qué hacer durante el resto de mis noches si no pudiese cantarle.
- Ahá. Qué extraño eres, gato - dijo el árbol parlante sin comprender muy bien.
- ¿Has visto por dónde ha ido?
- Continúa por ese camino - dijo el árbol señalando con su rama.

El gato caminó durante un rato, hasta que vió una casa vieja que se caía a pedazos. Miró en su interior, y vió al trasgo sentado a la mesa, con sus hijos y su mujer. Los niños trasgo estaban en los huesos. Tenían hambre.
-Querida familia, estamos pasando una mala época en el Reino de la Fantasía. El paro aumenta cada día, y no veo ninguna posibilidad de encontrar trabajo. Desde que perdí mi empleo en la guarida de la bruja por el recorte de personal, hemos tenido que apretarnos el cinturón. Los espíritus políticos se insultan los unos a los otros en lugar de solucionar los problemas, y las huelgas de controladores de trolls no ayudan mucho. Además, los vertidos tóxicos de las hadas y la consiguientes pérdidas de cosechas han hecho subir el precio de las setas... pero bueno, ¡he encontrado una solución! Como bien recordareis, hace algunos días encontré una planta de arroz mágico. Cuando crece, es capaz de dar tanto arroz, que daría de comer a todo el Reino para siempre.
- Pero cariño - interrumpió la mujer trasgo - esas plantas mágicas solo crecen gracias a la luz de la luna. Jamás crecerán en un reino sin luna.
- Claro que lo sé tesoro. Por eso, en uno de mis paseos por el mundo real he estado buscando una. Y cual fue mi sorpresa, cuando ví una... ¡abandonada y tirada en el cielo! Esa es la razón por la que la he recogido, para darle un buen uso. ¡Por fín se acabará el hambre!

El gato no daba crédito a sus oídos. Nunca hubiese pensado que aquel trasgo y su familia, criaturas de fantasía, pudiesen tener aquellos problemas. Ya no tenía tan claro si quería recuperar a su amada, al menos bajo aquellas condiciones. En su poder estaba el decidir si acabar con el hambre de aquel reino, o devolver a su querida al lugar que le corresponde, y cantarle todas las noches. Elegir entre la solidaridad desinteresada hacia un mundo desconocido para él, o el egoísmo personal.

Mientras pensaba, la familia continuaba hablando en el interior de la casa, y al llegar la noche, el gato comenzó a afilarse las uñas.





5 comentarios:

  1. mola el giro en la historia al final!

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  2. jajaja, cuando parecía q era el pais de las maravillas estaba lleno de lunáticos como en nuestra casa :P

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  3. Wwaaaoooo....muy hermoso e interesante mis felicitaciones a quie . Lo escribió pero favor sigue escribiendo quede en chock ese no el final esperado :(

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  4. Wwaaaoooo....muy hermoso e interesante mis felicitaciones a quie . Lo escribió pero favor sigue escribiendo quede en chock ese no el final esperado :(

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