Por si acaso, los nombres han sido cambiados para que las partes implicadas no puedan ser reconocidas. Sin más dilación, transcribo lo que parece ser un email:
¡Hola Susana!
Te escribo este email porque no puedo esperar a contártelo, cuando te vea el próximo fin de semana. Se trata de una de las vivencias más increíbles que he vivido, y espero que la leas con mucha atención.
Fue hace unos nueve días, o diez quizás, cuando ví a Antonio por primera vez. Un chico de unos veintilargos años, con el pelo cortísimo, una barba conrtita, y delgado. Llamaba la atención, el contraste de su mechón blanco en la frente, tan opuesto a su pelo negro. Le ví llegar al campus en una furgoneta, de la cual se despidió, y que más tarde supe que había subido en ella haciendo autostop. Llegó con una mochila enorme y una sonrisa en la cara. Me enteré, por algunos que le conocieron, y como más tarde me dijo él mismo, de que no soportaba vivir más de una semana en un mismo lugar. Lucía me dijo que lo volvió a ver comprando algunas cosas para comer en la tienda, pero yo no volví a verle hasta el lunes por la noche, cuando le conocí.
Estaba con Lucía y Juan en el bar, cuando Antonio entró y se sentó en la barra. No se lo que pediría, pero estuvo dando pequeños sorbitos y sonriendo mientras pasaba el rato. Se acercaba la hora de cenar, por lo que Juan y Lucía volvieron al piso. Yo dije que me quedaba un rato más, que enseguida subiría. Creo que no pasaron ni cinco minutos, cuando Antonio se acercó a mi mesa, y se sentó conmigo. Estuve a punto de echarle, pues pensé que era un chico que quería entrarme, pero no se porqué, en lugar de hacerlo, le escuché.
Me dijo que no quería ligar conmigo, y que solamente quería conocer a alguien en aquel lugar con el que compartir el preciado tiempo. Me dijo que si aceptaba, pasaría la mejor noche de mi vida. Yo, que siempre he sido malpensada, estuve a punto de darle un bofetón, pero me pidió que le escuchase. Y lo hice. Me contó que había viajado por todo el mundo. Que había visto el polo norte. Que la Gran Muralla China es tan impresionante como dicen. Que había visto la pirámide de Kukulkán durante el equinoccio de primavera, y los también había visto los inmensos desiertos de Australia. Había saltado en paracaídas, había buceado en todos los grandes océanos. Me estuvo enseñando fotos de su estancia en África, junto a un rinoceronte.
"La vida solo se vive una vez" me dijo. Estuvimos hablando hasta que cerró el bar. Entonces, mientras salíamos, me invitó a que recorriésemos la ciudad de noche. Acepté.
Entre risas y carreras, llegamos a una fuente, donde decidió bañarse desnudo. Me invitó a unirme, pero yo me negué mientras me reía en el bordillo. Continuó andando por la ciudad, riendo, y tumbándose en mitad de las calzadas vacías. A estas horas, los coches estaban ya durmiendo.
Cuando pasaron algunas horas, se nos acercaron unos cinco hombres con ganas de pelea. Tenían intención de pegar a Antonio, y dios sabe qué harían conmigo. Antonio, sin perder la calma ni esconder su siempre presente sonrisa, se les acercó, les dijo algo que no pude oir, y se marcharon. No quiso decírmelo, pues pensaba que las cosas malas había que dejarlas marchar.
La noche continuó en el parque hasta casi el alba. No entiendo como ni porqué intenté besarle. ¡Con lo tímida que soy! Pero Antonio se apartó, diciendo que un beso estropearía la mejor noche de MI vida. No lo comprendí bien entonces, pero lo acepté, y para nada fue incómodo.
Continuamos hablando algunas horas más, otras, Antonio jugaba a perseguir pájaros haciendo ruidos graciosos, o imitando a corredores de footing que empezaban a salir de sus casas.
De repente, se me acercó, y me dijo que se tenía que ir. Que no podría haber aprovechado mejor esa noche, y me daba las gracias. Le pregunté que cuando volvería a verle, y me dijo que tal vez nunca. Que esto, es lo bonito de sus noches; ser hermanos durante éstas, pasarlo bien, y mantener el recuerdo. Conocer "la vida real" de la otra persona, sus obligaciones, trabajo, etc.. estropea la esencia de las personas. Además, se iba a marchar rumbo a París aquella misma mañana.
Desapareció, sin decir adiós con la mano siquiera. Me extrañó mucho esta "despedida". Tal vez fuese la naturaleza de Antonio, un pájaro que vuela libre, un vividor, un niño que disfruta de la vida. O tal vez fuera el coche de policía que veía acercarse.
Nunca lo supe.
En fín Susana, ya te contaré cuando volvamos a vernos.
P.D: esta misma mañana, han puesto un reportaje de París, donde ha aparecido una extraña invasión de gorriones. Cuando enfocaban a una fuente, allí ví a un pequeño gorrión con una pequeña mancha blanca en la frente chapoteando en el agua. Supongo que será casualidad, pero algo me dice, que era él.
Recuerdo ese reportaje, aparecieron un montón de gorriones así, de la nada.
ResponderEliminarMe lo enseño una amiga que trabaja con pajaros y está al tanto de esas cosas. Le había sorprendido bastante.