martes, 22 de febrero de 2011

La eterna pregunta

- Cariño, ¿crees que estoy gorda?
(Rápido Guillermo, responde sin titubear)
- Pues claro que no, cielo. ¿De dónde has sacado esa idea?
(Muy bien, Guillermo)
- Eso mismo pensaba yo, pero bla bla bla...

Guillermo desconectó. Miraba a su alrededor, aunque su mente estaba muy lejos de allí.
Mientras Rosa le hablaba de temas que poco le interesaban, él asentía e intercalaba algún "ahá" de vez en cuando. El café que tenía sobre la mesa aún estaba caliente, y lo removía de forma automática.

- Guillermo, ¿me estás escuchando?
- Ahá... sí..., claro....

El bar estaba vacío. Solamente Rosa y él sentados en una mesa, al lado del reloj: eran las 19:00.

- ...y me fui enfadada. Que poca vergüenza.
- Desde luego... ahá...

El tiempo se le hacía eterno. Miró el reloj, que marcaba las 17:33.

- ..y ella erre que erre...
- Ahá, ahá...

Las paredes estaban pintadas con un tono ligeramente marrón que le recordaba a las paredes de casa de sus padres.

- ¡No me estás escuchando!

Se rompió el hechizo. Guillermo dió un pequeño brinco, sobresaltado por el repentino grito de Rosa.

- ¡Nunca me escuchas! Es un tema que sabes que me preocupa y llevo media hora hablando sola!...
(Un momento... ¿media hora?)
- Siempre me haces lo mismo. Yo a tí siempre te estoy escuchando y...
(Hace un rato el reloj marcaba las 19:00, luego las 17:33.. que extraño. ¡Algo raro sucede!)
- ¡No sé ni como te aguanto porque...
(Ahora marca las 23:14. Esto es imposible, debo de estar en un sueño. A ver... ¿cómo he llegado hasta aquí?)

Guillermo no sabía como había llegado hasta allí. Estaba soñando. Rosa continuaba discutiendo sola mientras él salía del bar.

- Mmm... ahora recuerdo. Anoche, antes de acostarme leí sobre sueños lúcidos, es decir, aquellos sueños en los que eres consciente de que estas soñando. Me dije a mí mismo que experimentaría a ver qué cosas podía hacer mientras estaba soñando. A ver...

Guillermo intentó modificar las leyes de la física, tratando de volar, atravesar paredes... Nada. Seguía con los pies en el suelo, y las paredes ni se inmutaron.

- Supongo que no tengo suficiente práctica.
Un hombre le miraba.

- Hola Guillermo - dijo el hombre.
- Hola, ¿quién eres? No te reconozco.
- Pues no lo sé. Yo tampoco sé quién soy.
- Creo que no te he conocido nunca. Quizás te haya inventado durante este sueño.

Guillermo se dió cuenta de que todo lo que aquel hombre le dijera, ya lo sabría. Él era producto de su imaginación. No obstante, le picaba la curiosidad. Era como mirar a través de un agujero en la pared hacia la sala cerrada del subconsciente.

- Voy a aprovechar para hacerle una pregunta profunda. Será interesante escuchar la respuesta que ofrece este personaje y descubrir qué piensa la cara oculta de mi mente. - pensó Guillermo.
- Soy todo oídos.
- Está bien, está bien. ¿Quién soy yo?
- Mmm... sabes que estás soñando, y sabes que eres Guillermo. Si lo sabes, ¿porqué me lo ibas a preguntar?. Lo importante no es quién eres, puesto que lo que yo te conteste será obvio. La pregunta importante sería: ¿Porqué quiero preguntar a mi subconsciente que quién soy?
- Quiero conocerme mejor. Quiero que la parte no consciente de mi mente me describa. ¿Quién puede conocerme mejor que yo mismo?
- Tal vez estés equivocado, y lo que conozcas de tí mismo sea falso, por lo que la respuesta que te dé será errónea. Lo que sí puedo decirte, es que tienes interés en saberlo, y esta respuesta contesta a parte de tu pregunta.
- No lo entiendo.
- Nadie dijo que lo harías. Esto es un sueño, ¿no?. Sabías que solamente obtendrías respuestas crípticas por mi parte, y aun así me has preguntado.

El hombre comenzó a caminar apresuradamente, como si llegase tarde a algún sitio.

- ¡Espera! ¡Aún tengo muchas otras preguntas!
- Acompañame entonces.
- ¿A dónde vas con tanta prisa?
- ¿Es esa tu primera pregunta?
- Sí, lo es.
- ¿Y cómo ibas a tenerla antes de que comenzara a andar? ¿Cómo sabías que me iba a ir? Voy a hacer algo importante.
- ¿Qué es eso tan importante?

El hombre no respondió.
- Ehm.... ¿cómo te llamas entonces? - dijo Guillermo.
- Ya te dije que no sé quién soy.
- Solo he preguntado por tu nombre.
- Puedes llamarme Antonio si eso significa algo para tí.

El hombre entró en un edificio. Dentro había unas taquillas. Subió unas escaleras, y llegó a a una sala a oscuras. Podía oírse el rumor de unos aplausos.

- Guillermo, a partir de aquí he de dejarte. Yo entraré ahí dentro, y tú despertarás poco después. Y cuando lo hagas, descubrirás que aunque no sepas quién eres, al menos sabrás quién no eres.

Antonio entró dentro de la sala. Entre el rumor de los aplausos Guillermo pudo escuchar como su recién inventado personaje gritaba "¡Hijo de puta!". Instantes después, escuchó el sonido de un disparo. Los aplausos se detuvieron, y comenzaron los gritos. El sueño comenzaba a desmoronarse como un puzzle al agitarse. Gente que gritaba y salía aterrorizada del teatro Las mismas caras una y otra vez, como si el sueño se hubiese estropeado y se le hubiese acabado la gente. Guillermo trataba de buscarle el sentido a todo aquello, pero ya era imposible. Se vió inmerso en un mar de personas que le alejaba de aquel lugar. Otro disparo. ¿Quién era Antonio? ¿Qué representaba? ¿Y aquél teatro? Todo comenzó a rasgarse, y un dormitorio fue apareciendo poco a poco.

Rosa se despertó sin recordar nada de lo que acababa de soñar. Se estiró levemente, y vió que su reloj despertador marcaba las 05:36. Aún le quedaban unas cuantas horas antes de irse a trabajar. Miró a su derecha y vió que Guillermo dormía plácidamente. Le dió un besito, y volvió a dormirse.

(Te quiero).

martes, 15 de febrero de 2011

Tragedia

Comienza la escena final. El Rey Arcadio sentado en su trono contempla su tesoro.
Arcadio: ¡Ah soledad, divino tesoro! De todas mis riquezas, eres la única que no puedo contemplar. Ni zafiros ni perlas te igualan en belleza. ¡Y pensar que para obtenerte he sufrido tantas penurias, sentido tanta desdicha!
Arcadio levantándose de su trono, camina.
Arcadio: Los hados me hicieron partícipe de su juego, y me hicieron amante del oro y lo material. ¡Qué bendito castigo, el disfrutar como disfruto de tanto cuanto poseo!.
Arcadio, habla ante el público.
Arcadio: Y aun viviendo otra vida, volvería a hacer cuanto he hecho. ¿No me ha dado Dios manos para obtener y ojos para ser deslumbrados por lo hermoso? Una corona me concedió en mi condición de primogénito del monarca más poderoso del mundo conocido, y yo le he servido bien. Gobierno cual soberano déspota y tiránico, pues ése fue mi regalo de bienvenida a este mundo de mortales.
Alejandro entra en en escena, espada en mano. Sus ropas están ensangrentadas. Entra cansado, tranquilo, arrastrando la punta de su arma por el suelo.
Alejandro: En lo más profundo de la madriguera se esconde la loba. Astuta, traicionera aguarda la noche para adentrarse en los prados y cazar a las indefensas ovejas...
Arcadio(interrumpiendo): ¡Alejandro! ¿¡Qué hacéis aquí? ¡¡Os creía muerto!!
Alejandro(continuando): ...espera a que el pastor duerma, y ataca al rebaño, indefenso. ¿Veis algún parecido? Yo os lo diré: la loba sois vos matando a vuestro propio pueblo. Y aún más noble es la loba que ataca por hambre, y no por avaricia. Mata ella misma para dar de comer a sus crías, y vos mandáis a otros para que quiten la vida en vuestro nombre, arrancándoles ese vil metal.
Alejandro se acerca y amenaza a Arcadio con la espada.
Alejandro: ¡En garde, Rey de Reyes! Pues no he matado a toda vuestra guardia del castillo para solamente veros vomitar sangre. Pelead conmigo. ¡Desenvainad vuestra arma si aún existe el honor en vos!
Arcadio(desenfundando): Con mucho gusto acabaré el trabajo de mis sicarios ¡Ja! ¿Pues no mandé, acaso, anoche mismo que os asesinasen a vos y a vuestra familia? Vos érais el único capaz de derrocarme y robar aquello que es mío por derecho divino.
Alejandro, con rabia se lanza al ataque. Tras intercambiar un par de estocadas y fintas...
Arcadio(jadeando): ¿Qué ocurre Alejandro? ¿No teníais tanta rabia como para matar a mi guardia? ¿Os detenéis justo en el momento final? ¿Qué fue de aquel sentido de justicia que guiaba vuestros juegos de niño? Os creía mejor espadachín. ¿Tal vez sea la pena? No creo que alguien que fue tan valeroso e imbatible se haya convertido en un hombre débil y cobarde por una mujer y un par de niños. Se avergonzarían de vos si no estuviesen pudriéndose bajo tierra en estos momentos. Pero tranquilo, en breve podréis ir a reuniros con ellos, pues os daré muerte tan pronto como haya terminado de jugar con vos.
Alejandro se lanza de nuevo al ataque, esta vez más intensamente.
Alejandro: Tal vez muera, pero estoy seguro de que vos sucumbiréis por mi voluntad. La justicia quizás sea ciega, pero no lo es ni la venganza, ni el matrimonio ni el amor paternal. Y es que no solo soy yo quien maneja la espada: la empuñan todos los hombres que han muerto por orden vuestra. Y mi alegría será tal, que gritaré de júbilo aún estando muerto, tras ver vuestro corazón atravesado y derramando la vida por la herida mortal.
Arcadio se lanza al ataque. Tras un breve combate, hiere mortalmente a Alejandro. Éste se arrodilla, con una mano en el corazón. Mira su mano ensangrentada, y después mira a Arcadio.
Alejandro: ¡Maldito demonio! Ni tras haber quitado la vida a mi familia habéis podido darme el placer de llevar a cabo mi última voluntad.
Alejandro cae sobre una mano, levanta la cabeza para continuar mirando a Arcadio y continúa:
Alejandro(haciendo un esfuerzo por sonreír): Tal vez sea así mayor mi venganza.
Arcadio: ¿No sois capaz todavía de reconocer vuestra derrota? Morid ya. Callad, pues no habrá nada que podáis hacer o decir para vengaros.
Alejandro(débilmente): Mirad por la ventana...
Alejando cae muerto. Arcadio, extrañado, se acerca a la ventana y mira. Despacio, deja caer su arma. Se acerca a Alejandro.
Arcadio: Ahora lo comprendo todo.
Arcadio se sienta junto al cuerpo de Alejandro.
Arcadio: ¿Porqué no me dí cuenta antes? Tuviste que venir a morir en la sala del trono para hacerme entrar en razón. ¡En qué me he convertido! Hace unos breves instantes alababa a la soledad ¡En qué estaba pensando!
Arcadio cubre su cara con las manos, y comienza a llorar.
Arcadio: ¡¡NO!! Ahora que es demasiado tarde, es cuando me doy cuenta del alcance de mi destrucción. Mi avaricia ansiaba riquezas, mi mano ignoraba lo inmundo del asesinato. ¡Poder, porqué te deseé tanto! Lo único que me queda ahora es pena y desesperación.
Arcadio se pone en pie, y exclama ante el público:
Arcadio: ¡Alejandro! Alcanzaste tu venganza tras la muerte, pues hiciste que viera lo que he visto. Nadie. La avaricia, celos y desconfianza han hecho que fuera matando uno a uno a todo mi reino, y finalmente diste muerte a mi guardia personal. Ya no queda nada. Ni guardia, ni campesinos, ni artesanos ¡todos muertos! Soy el único hombre en pie de todo el reino.
Arcadio se gira, y mirando a Alejandro:
Arcadio: He matado incluso a mi propio hermano...
Arcadio mira durante unos instantes el cadáver de Alejandro, su hermano, sin decir nada. Por fin, saca un puñal de entre sus ropas y lo mira.
Arcadio: ¿Deseo realmente vivir en este mundo que he creado? He jugado a ser Dios, quitando la vida a mi antojo pero solamente Dios puede soportar su propia obra. ¿Qué voy a hacer ahora? Soy un Rey sin reino. Un ciudadano sin sociedad. Un hombre solo.
Arcadio(suspirando): Solamente mataré una vez más. Mataré para robar, y no robaré otra cosa que mi propia vida.
Arcadio clava el puñal en su pecho y cae muerto.
Baja el telón.
Comienzan los aplausos.

Se levanta de nuevo el telón, y salen los actores a saludar. El murmullo es ensordecedor. Los actores se cogen de las manos, y se inclinan hacia el público, recibiendo la ovación.
- ¡¡Bravo!!
- Ha sido una obra fantástica. Alejandro fue capaz de profetizar su propia venganza, y mató a Arcadio estando ya muerto.
- Sin duda ha sido de sus mejores interpretaciones.
- ¡¡Bravo!!
El público se pone en pie. El ruido de los aplausos se hace más fuerte.
- ¡Hijo de puta!
- ¿Has oído eso?
- ¡Cabrón!
Alguna gente del público se gira. Un hombre corre hacia el escenario.
- ¿A dónde va ese?
- ¿Qué hace? ¿Está loco?
El hombre se sube al escenario, y se lanza contra el actor que interpreta a Arcadio, y comienza a propinarle puñetazos.
- ¡Está pegándole! ¿Qué sucede?

Los aplausos poco a poco se van apagando, y empieza a oírse el grito de algunas mujeres. El hombre y el actor que interpreta a Arcadio forcejean. El resto de los actores intentan detener al hombre. Entre el forcejeo, el hombre saca una pistola.
- ¡Dios mío, tiene una pistola!
- ¡Ha sacado un arma!
Se oyen más gritos.

- ¡Cuidado con la señora, se ha desmayado! ¡Haced hueco, que respire!
La gente empieza a huir de la sala. Se oye un disparo. El actor que interpreta a Alejandro cae sin vida al escenario. Se oyen gritos de horror.
- ¡Todo el mundo quieto!
- ¡Ay dios mío, lo ha matado, lo ha matado!
- ¡Corre Ana, tenemos que salir de aquí!
- Me da algo, me da algo

Hombre: ¡Que todo el mundo se calle y se esté quieto, o me lío a tiros!
El ruido poco a poco se va apagando. La gente que aún queda en el teatro, comienza a sentarse. Se oyen lloros de niños.
Hombre: ¿Pero es que nadie iba a hacer nada? ¿No han visto lo que ha sucedido? Ese hombre de ahí ha exterminado a su propio pueblo. ¿Cómo ha hecho para seguir vivo?
- ¡Está loco! Pero si es una obra de teatr....
Hombre(apuntando a Arcadio con el arma): esto es de locos. ¡Delante de todo el mundo, y nadie ha hecho nada! ¡Se han puesto a aplaudir! Era lo que te faltaba, gilipollas. Me has hecho matar a Alejandro, el pobre. ¡Por tu culpa! ¡Tú deberías de haber muerto!
Arcadio: Hey, amigo, cálmate... esto es solamente una obra de teatro. Somos actores, interpretamos una obra del siglo XVI.. ni siquiera me llamo Arcadio...
Hombre: ¡Calla! Vas a ponerte de rodillas, y vas a pedir perdón. Vas a suplicar por tu vida, y el público decidirá tu destino.
El hombre pega con la pistola en la cabeza del Rey Arcadio, y le obliga a arrodillarse.
Arcadio(dolorido, y muerto de miedo): yo... lo siento...
Hombre: ¡Más alto! ¡Nadie te ha oído!
Arcadio(gritando): ¡Lo siento! ¡Lo siento de verdad! ¡Soy un inhumano!
Hombre: Eso está mejor. Está bien, está bien. Público, ¿qué hacemos? ¿Merece la muerte?
- ¡No! ¡No! ¡Déjale vivir!
- ¡Perdónale la vida, hombre de dios!
- ¡Loco, pégate un tiro, y mátate tú!

Hombre: ¿Habéis oído? El pueblo ha decidido.
El hombre apunta a la sien de Arcadio. Arcadio cierra los ojos, y aprieta los dientes. Lágrimas corren por sus mejillas. Se oye un estruendo, y el cuerpo del hombre cae al suelo. Arcadio y el resto de los actores huyen para ponerse a salvo. Entra la policía en tropel a la sala. En lo alto del palco se ve a un francotirador, todavía apuntando al cuerpo inerte del hombre.

La función ha terminado.